Hoy
6 de septiembre, hace 10 años, y yo con 10 años menos...que se dice pronto, era
un día de puros nervios. Y es que al día siguiente, tendría lugar en Estepa uno
de los acontecimientos más esperados y
grandes de nuestras Cofradías, la Coronación Canónica de nuestra queridísima
Titular, María Santísima de la Esperanza. Tras varios años de lucha constante,
en el buen sentido de la palabra, y grandes esfuerzos, la Hermandad de Paz y
Caridad consiguió unos de sus más anhelados sueños, como fue el coronar la Imagen
de la Virgen Santísima. Recuerdo aquel día con inmensa alegría, pues era el día
de preparativos, el día de llevar el palio a la Iglesia, el día de poner las
flores, el día que la Reina bajaba de su altar de Triduo extraordinario para
ser vestida con sus mejores galas y entronizada en su paso de palio, que
aquella tarde de septiembre, quiso que resurgiera de nuevo la primavera, no sin
antes darnos un pequeño susto...Cómo estaba la Iglesia, Dios mío, con
guirnaldas de flores colgando de los ángeles, y Ella en un altar precioso que
habían montado para el Triduo, vestida toda de blanco y sin corona en su
cabeza...Cómo lo recuerdo, cuando ya terminada la misa, fue bajada del Altar y nos
dispusimos a poner las flores del palio, de un nombre rarísimo, pero que daban
un aire nuevo y colorido al palio verde y oro. Mientras tanto, tus vestidores
en la Sacristía a puerta cerrada, como a ellos les gusta, para no desconcentrar
ni un ápice de su talento, te envolvían en finas y delicadas prendas bordadas y
de estreno, así como nueva saya, que había sido restaurada, y un nuevo juego de
encajes que cubrían tu cara y te hacía incluso más bella de lo que ya eres en realidad.
Hay que ver la impresión que sentí cuando ya pude verte vestida en la
Sacristía, allí a pie de suelo, mirándonos como presintiendo lo que horas más
tarde llegaría. Qué emoción, Esperanza, qué recuerdos...Con qué mimo te
entronizaron en tu paso y te cubrieron de terciopelos...
Ya
lucías, toda Reina, en tu palio, esperando el momento, el momento de salir a la
calle, con las consecuencias que eso tendría...Recuerdo también irnos de la
Iglesia a las tantas de la madrugá, casi sin descansar, no sin antes dejarlo
todo perfecto y recogido, ya que por la mañana, las puertas del templo se
abrirían para que la gente te visitase, como si del Jueves Santo se tratase.
El
Santo Cristo, ese día te dio la mejor de sus bendiciones y se adueñó de la
capilla, siendo colocado en el centro del altar y rodeado de nardos blancos, la
flor más septembrina...Madre de la Esperanza, que buena noche nos hiciste
pasar, y ya van diez años, que se dice pronto...
No hay comentarios:
Publicar un comentario