Esperanza Macarena |
Dejadme
ahora que tienda mi corazón apaisado al sol sevillano de San Gil. Dejadme que
me vuelva a alimentar de Ella, que tan diferente lo hace todo, que tan distinta
es a todo, que tan humana parece que incluso se nos olvida que es la Madre de
Dios y creemos que es una niña sevillana a la que llevamos conociendo toda
nuestra vida y que se nos ha ido a los cielos a pasar el verano. La Macarena no
se ha ido a los cielos, ha traido los cielos a Sevilla y por eso todos nosotros
siempre estaremos en deuda con Ella.
Hoy,
se aparece Dios en el relente
de
una noche resuelta en Macarena.
Se
me avivan los pulsos bruscamente
y
enloquecen a su paso por las venas.
Voy
contigo, Señora, hacia la calle
a
la busca del milagro y del asombro.
Ceñiremos
a Sevilla por el talle
y
a la luna con el brazo por los hombros.
Tennos,
Macarena, sin medida
dispuestos
a añorarte y a quererte.
Una
aurora enterea fue vencida
para
estar aquí, y llegar a verte.
Para
hincar al pie de tus altares
el
peso de mi fe en mis rodillas
y
esperar que en el cielo se dispare
un
repique de amor y campanillas
que
aununcie que la Madre de Sevilla
llega
a casa, feliz, de amanecida.
Tan
resuelta, tan hermosa y tan sencilla
que
hasta el cielo le da la bienvenida.
Me
siento en la obligacion de contaros una pequeña historia. es la historia
dramática de una muchacha de apenas quince años, llamada Granada en honor de la
Virgen de Llerena, pueblecito extremeño lindante con la provincia de Sevilla
que tal vez muchos de cosotros conozcais. Prácticamente vi nacer a esa
chiquilla, hija de unos viejos y entrañables amigos, a la que una deficiencia
cardiaca provocó una irremediable y definitiva embolia. Sus padres apenas
tuvieron tiempo de tomar su mano y ver sus ojos cerrados, y su cuerpo inerto y
su lavio breve y adolescente desdibujado por la gravedad. Fueron interminables
días de agonía. Días de despedida. Días de desolación. ¿Qué puede ser peor que
ver morir a un hijo en la primavera incipiente de la adolescencia? El 14 de
diciembre era la noche del traslado de laMacarena desde su camarin al altar. El
Hermano Mayor me había confiando el emocionante privilegio de tomar a Nuestra
Señora por la cintura durante ese fugaz paseo por los cielos. Los padres de
Granada, al borde ésta de su último suspiro de vida, supieron de boca de los
médicos lo irreversible de la situación: los jazmines de sus ojos no se habrian
de volvver a abrir. Sólo quedaba la Fe, la que consuela territorios anegados
por el llanto, la que brinda al hombre laesperanza de cada amanecida. Aquella
noche, con el rostro de Nuestra Señora a unos pocos centímetros de distancia,
rogué con todas mis fuerzas que las manos de Granada fueran las mías, que sus
labios fueran los míos, hechos oración y súplica. Rogué a la Macarenaconsuelo
oara esas almas, regazo para esa niña. plaza de amor en el paraíso, milagro en
la Tierra, vida en la vida. Se lo dije en el verso asonante de una oración. en
el ruego descarnado de mi corazón apesanumbredo. Mis manos estaban en el talle
de la Madre de Dios y mi mejilla rozaba la suya, en un sueño imposible de
hombre enamorado. Al día siguiente, una llamada telefónica comunicó lo que
todos veníamos esperando. Un hilo de voz emocionado y lloroso me confirmó que a
esas mismas horas de la noche de ayer, Granada, la dulce muchacha que apenas
había estrenado el camisón caliente de la vida, la novia inesperada, la breve
Granada de una vida apenas asomada al balcón de las cosas... ante el asombro de
sus médicos y cuidadores, había experimentado una inexplicable mejoría, había
abierto los ojos, tomado la mano de los suyos y pronunciado el nombre de su
madre con un hijo de voz tras el que se adivinaba la vida. Estaba viva. Nadie
podía explicárselo... excepto yo. Debió ser poco después de las nueve.
inevitablemente, tuvieron que encontrarse en ese limbo blanco de la
incosciencia.
No
pueden oírme,
ni
saber que tengo los ojos abiertos
ni
sentirme
en
el calor de un cuerpo cubierto
ni
en el temblor de la mano de los dos.
¿Y
Tú quién eres?
Yo
me llamo Macarena
y
soy la Madre de Dios.
¿Macarena?
¿De
Sevilla?
¿Por
qué sabes quien soy yo?
He
subido yo hasta el cielo o...
has
venido tú como último consuelo.
No.
Alguien me lo pidió
y
en su voz a contrapelo,
vibraba
un dolor humano
que
llegaba hasta las manos
con
que asía mi cintura.
Es
una habitación oscura.
¿Pueden
verte los demás?
¿Te
están viendo así,
sin
tu manto,
sin
tu corona,
y
con ese fulgor blanco
que
no había visto jámas?
Sólo
ve quien ha de ver.
La
muerte que desazona,
brinda
a cada persona
instantes
para que piense
y
prescinda de cualquier menester.
Siéntate
aquí, a mi vera, y dime
¿voy
a morirme, Señora?
Eres
pronta primavera,
y
tal vez no sea aún tu hora
de
recibirte en el cielo
como
un alma voladora
escapada
de su nido
a
destiempo y a deshora.
¿Qué
es la muerte Macarena?
¿La
muerte?
La
muerte es una cadana
que
se ata o que se parte
según
lo sienta la Fe
que
se esconde y se reparte
en
el fondo de ese alma
que
Dios de un vistazo ve.
¿Y
mi gente, Macarena?
Volverán
a hablar contigo,
volverán
a ver tus ojos,
volverán
a ser testigos
de
tus pulsos, tus antojos
y
tus años que bendigo.
por
hoy el Paraíso
puede
cruzarse de brazos,
Vi
partir de mi regazo,
a
un hijo de treinta y tres años
y
lo sé todo de la ausencia y de la pena
y
de todos los alefaños
de
tan terrible condena.
Queda
en paz, jovencita,
Y
ven a verme, a que te vea.
Cuando
estés en mi presencia,
verás
que mis ojos centellean
y
que mis labios
te
hablan con la querencia
de
quien desde hoy abriga
la
esperanza de encontrarse
con
los ojos de una hija
que
por edad es mi amiga.
Vuélvete
atrás, muchachita,
quédate
en casa y recuerda
que
quien llegó a San Gil te dijo
que
aunque el cielo te pierda,
gana
la vida, vive un hijo
y
la nueva alborada
que
en tus ojos se estrena.
Ve
con Dios, Granada.
Si
es contigo, Macarena.
Pregón
de la Semana Santa 2001, dado el 1 de Abril en el Teatro de la Maestranza de
Sevilla por D. Carlos Herrera Crusset.
No hay comentarios:
Publicar un comentario