lunes, 3 de diciembre de 2012

LA HISTORIA DE GRANADA



Esperanza Macarena

Dejadme ahora que tienda mi corazón apaisado al sol sevillano de San Gil. Dejadme que me vuelva a alimentar de Ella, que tan diferente lo hace todo, que tan distinta es a todo, que tan humana parece que incluso se nos olvida que es la Madre de Dios y creemos que es una niña sevillana a la que llevamos conociendo toda nuestra vida y que se nos ha ido a los cielos a pasar el verano. La Macarena no se ha ido a los cielos, ha traido los cielos a Sevilla y por eso todos nosotros siempre estaremos en deuda con Ella.

Hoy, se aparece Dios en el relente
de una noche resuelta en Macarena.
Se me avivan los pulsos bruscamente
y enloquecen a su paso por las venas.
Voy contigo, Señora, hacia la calle
a la busca del milagro y del asombro.
Ceñiremos a Sevilla por el talle
y a la luna con el brazo por los hombros.
Tennos, Macarena, sin medida
dispuestos a añorarte y a quererte.
Una aurora enterea fue vencida
para estar aquí, y llegar a verte.
Para hincar al pie de tus altares
el peso de mi fe en mis rodillas
y esperar que en el cielo se dispare
un repique de amor y campanillas
que aununcie que la Madre de Sevilla
llega a casa, feliz, de amanecida.
Tan resuelta, tan hermosa y tan sencilla
que hasta el cielo le da la bienvenida.

Me siento en la obligacion de contaros una pequeña historia. es la historia dramática de una muchacha de apenas quince años, llamada Granada en honor de la Virgen de Llerena, pueblecito extremeño lindante con la provincia de Sevilla que tal vez muchos de cosotros conozcais. Prácticamente vi nacer a esa chiquilla, hija de unos viejos y entrañables amigos, a la que una deficiencia cardiaca provocó una irremediable y definitiva embolia. Sus padres apenas tuvieron tiempo de tomar su mano y ver sus ojos cerrados, y su cuerpo inerto y su lavio breve y adolescente desdibujado por la gravedad. Fueron interminables días de agonía. Días de despedida. Días de desolación. ¿Qué puede ser peor que ver morir a un hijo en la primavera incipiente de la adolescencia? El 14 de diciembre era la noche del traslado de laMacarena desde su camarin al altar. El Hermano Mayor me había confiando el emocionante privilegio de tomar a Nuestra Señora por la cintura durante ese fugaz paseo por los cielos. Los padres de Granada, al borde ésta de su último suspiro de vida, supieron de boca de los médicos lo irreversible de la situación: los jazmines de sus ojos no se habrian de volvver a abrir. Sólo quedaba la Fe, la que consuela territorios anegados por el llanto, la que brinda al hombre laesperanza de cada amanecida. Aquella noche, con el rostro de Nuestra Señora a unos pocos centímetros de distancia, rogué con todas mis fuerzas que las manos de Granada fueran las mías, que sus labios fueran los míos, hechos oración y súplica. Rogué a la Macarenaconsuelo oara esas almas, regazo para esa niña. plaza de amor en el paraíso, milagro en la Tierra, vida en la vida. Se lo dije en el verso asonante de una oración. en el ruego descarnado de mi corazón apesanumbredo. Mis manos estaban en el talle de la Madre de Dios y mi mejilla rozaba la suya, en un sueño imposible de hombre enamorado. Al día siguiente, una llamada telefónica comunicó lo que todos veníamos esperando. Un hilo de voz emocionado y lloroso me confirmó que a esas mismas horas de la noche de ayer, Granada, la dulce muchacha que apenas había estrenado el camisón caliente de la vida, la novia inesperada, la breve Granada de una vida apenas asomada al balcón de las cosas... ante el asombro de sus médicos y cuidadores, había experimentado una inexplicable mejoría, había abierto los ojos, tomado la mano de los suyos y pronunciado el nombre de su madre con un hijo de voz tras el que se adivinaba la vida. Estaba viva. Nadie podía explicárselo... excepto yo. Debió ser poco después de las nueve. inevitablemente, tuvieron que encontrarse en ese limbo blanco de la incosciencia.

No pueden oírme,
ni saber que tengo los ojos abiertos
ni sentirme
en el calor de un cuerpo cubierto
ni en el temblor de la mano de los dos.

¿Y Tú quién eres?

Yo me llamo Macarena
y soy la Madre de Dios.

¿Macarena?
¿De Sevilla?
¿Por qué sabes quien soy yo?
He subido yo hasta el cielo o...
has venido tú como último consuelo.

No. Alguien me lo pidió
y en su voz a contrapelo,
vibraba un dolor humano
que llegaba hasta las manos
con que asía mi cintura.

Es una habitación oscura.
¿Pueden verte los demás?
¿Te están viendo así,
sin tu manto,
sin tu corona,
y con ese fulgor blanco
que no había visto jámas?

Sólo ve quien ha de ver.
La muerte que desazona,
brinda a cada persona
instantes para que piense
y prescinda de cualquier menester.

Siéntate aquí, a mi vera, y dime
¿voy a morirme, Señora?

Eres pronta primavera,
y tal vez no sea aún tu hora
de recibirte en el cielo
como un alma voladora
escapada de su nido
a destiempo y a deshora.

¿Qué es la muerte Macarena?

¿La muerte?
La muerte es una cadana
que se ata o que se parte
según lo sienta la Fe
que se esconde y se reparte
en el fondo de ese alma
que Dios de un vistazo ve.

¿Y mi gente, Macarena?

Volverán a hablar contigo,
volverán a ver tus ojos,
volverán a ser testigos
de tus pulsos, tus antojos
y tus años que bendigo.
por hoy el Paraíso
puede cruzarse de brazos,
Vi partir de mi regazo,
a un hijo de treinta y tres años
y lo sé todo de la ausencia y de la pena
y de todos los alefaños
de tan terrible condena.

Queda en paz, jovencita,
Y ven a verme, a que te vea.
Cuando estés en mi presencia,
verás que mis ojos centellean
y que mis labios
te hablan con la querencia
de quien desde hoy abriga
la esperanza de encontrarse
con los ojos de una hija
que por edad es mi amiga.
Vuélvete atrás, muchachita,
quédate en casa y recuerda
que quien llegó a San Gil te dijo
que aunque el cielo te pierda,
gana la vida, vive un hijo
y la nueva alborada
que en tus ojos se estrena.
Ve con Dios, Granada.

Si es contigo, Macarena.


Pregón de la Semana Santa 2001, dado el 1 de Abril en el Teatro de la Maestranza de Sevilla por D. Carlos Herrera Crusset.



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